Ahora que has vuelto,
que tus brazos me rodean de nuevo,
que tus ojos han vuelto a mi firmamento,
que tus palabras ensordecen mis oídos,
los latidos de mi corazón,
palpitan al dulce susurro de tu nombre.
Verdaderamente nunca dejaron de hacerlo,
simplemente se limitaron
a hacerlo en el más sumo secreto.
Mi corazón se hacía el orgulloso,
pues no admitía vibrar
por un alma que volaba en otra cama.
Como confesar un amor,
el cual crees que sólo funciona en una dirección,
el cual piensas que no volverá a arder,
cuando en realidad seguía ahí,
más impetuoso que nunca antes.
Me hallaba negando tu misma existencia,
mientras buscaba tu mirada,
por cada esquina que transitaba,
por cada calle que recorría,
por todos los ojos que encontraba.
Deseaba en el más sumo secreto
poder contemplar tu rostro,
aunque fuera una sola vez más.
Cada una de mis salidas,
era con un propósito escondido,
encontrarte.
Seguías siendo mi deseo,
para todos los dientes de león,
para todas las pestañas,
para todas las velas que soplé.
Nunca dejaste de ser mi último pensamiento
al acostarme,
y el primero en abrir los ojos,
deseando que ocuparas
tu hueco de la cama.
Porque puedes borrar muchas cosas,
las fotos,
las conversaciones,
los teléfonos,
pero hay cosas que jamás podrás borrar,
su perfume,
su voz,
su rostro cada vez cuando cierras los ojos,
todos esos recuerdos a su lado,
eso te perseguirá,
allá donde vayas,
por más rápido que corras,
o por más lejos que llegues,
siempre te alcanzará.
No podía evitarlo, pero me ponía demasiado tu sonrisa... y jamás te lo dije.
Que la fuerza de la Luna esté con vosotros,
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